martes, 30 de junio de 2020

Aquella mondongada en las ruinas de Panamá Viejo

          


Por: Federico José Guillermo Tejada
 

 “Recordar es vivir”, dice un refrán de un programa de televisión estatal de música de antaño, y es un decir muy cierto pues a veces evoco aquellos días de juventud cuando se hacían las festividades del barrio de Panamá La Vieja cada 15 de agosto. Eran días de diversión sana, con comidas a la orilla de las calles, fondas y bailes típicos que duraban hasta altas horas del amanecer.
 

            Como joven me gustaba participar de estas festividades debido a que tengo muchos conocidos en el sitio los cuales frecuentábamos, muchos de ellos eran estudiantes del colegio José Dolores Moscote en ese entonces. Residía en Río Abajo y para llegar a las ruinas tenía que pasar por el cementerio Jardín de Paz, y de esa forma llegar a una de las casas colindante con este bello lugar. El cruce por el camposanto lo hacíamos de noche, solo, y sin temor de encontrarnos con algún alma en pena o malandro. Y esto lo hacía de ida y vuelta, pues terminado la fiesta había que retornar a nuestro hogar.

            En Panamá La Vieja, uno de esos días de feliz reunión, un grupo de jóvenes habíamos hecho una colecta para hacer una mondongada para ver a Roberto Duran, que esa noche peleaba con Thomas “Hitman” Hearns. Era un 15 de junio de 1984. Todo estaba a punto, una olla grande con mondongo y cervezas en cantidad, el televisor en el patio, las ruinas a nuestra espaldas, una noche de luna a todo meter, pero ese día no le fue bien a nuestro campeón pues fue derrotado en esta contienda. Hearns dominó desde el inicio, había tumbado varias veces al “Cholo”, pero la debacle llegó en el segundo asalto pues un golpe certero a la quijada de Durán lo llevó instantáneamente a la lona, noqueado, y como todo el país quedamos incrédulos ante lo que estábamos presenciando.

Más demoramos en la preparación del ágape que el tiempo que duró la pelea, me acuerdo el alto grado de decepción que esa noche experimentamos, todo lo dejamos, cada uno se retiro en silencio hacia sus hogares, dejando la olla de mondongo, y las cervezas para otro día.

Tiempos aquellos, donde las ruinas fueron testigo del primer beso, o del primer abrazo, de la camaradería, de la convivencia, de una juventud sin resentimiento, o de procurar defender su espacio territorial como ocurre hoy, pues los convidados veníamos de todas los barrios de la ciudad con un solo objetivo divertirse sanamente, y no existía la cerca que no permite disfrutar de lo que fue el pasado glorioso de nuestra urbe cuando fue totalmente saqueada por Morgan y sus secuaces. Hoy, otros piratas se han adueñado de este pedazo de nuestra historia.