La gala de los MTV European Music Awards en Amsterdam donde Miley Cyrus hizo
su aparición, entre su actuación sacó un cigarrillo de mariguana, (se está
investigando si era eso o un cigarrillo, prohibido en esa área del espectáculo)
lo encendió y lo comenzó a fumar. La juventud que asistió al evento, gritaban
emocionados ante tan desagradable hecho, para ellos, natural, pues en ese país
se permite el consumo de este tipo de alucinógenos. Esta reflexión no va en
contra de las facultades que como artista la engalanan o de ningún artista en
particular, sino contra la conducta en sí, que en buena cuenta, es copiada por
miles de millones de fanáticos en el mundo.
Holanda despenalizó el uso del consumo y posesión de esta hierba
(cinco gramos) en 1976. Cyrus una recordada estrella infantil logró fama por su
serie “Hannah Montana”, artista que goza en la actualidad de un considerable
éxito, donde los conciertos y apariciones en público se cuentan por cientos, y
cada paso de ella, es retransmitido y reproducido por todos los medios de
comunicación existentes en el mundo.
Sobre la vida despreocupada, y
licenciosa que lleva, muchos han intentado darle o buscarle una explicación a
sus actos, y la mayoría llegan a ser condescendientes con la artista, llegando
incluso a dar explicaciones de ese comportamiento que raya en la excusa, cuando
ella no tiene ningún interés de darlas. Ese comportamiento es muy deplorable en
sí, pues ella solo reproduce lo que se le ha inculcado dentro de una sociedad hedonista, con
la falta de escrúpulos de todo tipo y muy poco solidaria con las realidades de
otros países del planeta.
Este comportamiento es
extensible a casi todo el ámbito artístico, lo que nos lleva a interrogarnos,
si ellos, y ellas son conscientes del daño que produce esta conducta en la
juventud mundial. Me contesto. No. No son conscientes. La imagen, la de una
joven estrella fumando un pitillo de mariguana, es como un misil que acaba con
todos los esfuerzos que hacen las naciones en el orbe para combatirlo. Es un
arma letal que ninguna fuerza armada puede detener. No hay forma de
contrarrestar este acto. Y así, cada ídolo de la música o del espectáculo hace
lo propio, reproduciendo un vicio que acaba con miles de vidas.
En América Latina se arman hasta
los dientes a las fuerzas armadas con el fin de combatir este flagelo, apoyados
por organismos internacionales, entre muchas organizaciones como ONG
interesadas en combatirlas, y el crimen organizado también hace lo propio. Así
mismo se dictan leyes para evitar la comercialización y el tráfico de este
producto, llenando las cárceles de personas que buscaron ese medio para poder
subsistir. ¡Sí! Las cárceles están llenas de pequeños pececitos dedicados a
este negocio, mientras los grandes tiburones, se pasean intocables por las
calles del mundo, pues tienen el recurso para que las leyes los protejan.
Contrario a esto, los países
consumidores, se muestran permisibles ante la proliferación y comercialización
de estos productos. No se nota que tengan un interés de combatirlo desde
dentro. De ahí que es necesario que se creen programas para contrarrestar el
éxito, o popularidad que tienen las drogas en la juventud, especialmente en
estos países del primer mundo, donde el dinero lo compra todo.
De no hacerlo, niñas consentidas
como Miley Cyrus seguirán creyendo que sus actos son
inocentes, pues no lo ven como un problema que daña sus salud, o su entorno; actuación que es copiada por miles
de fanáticos, en todas partes del mundo, mientras, y esto es lo triste, en las
calles de nuestra América, la juventud se bate a tiro para hacerle llegar el
producto, y también caen en las garras de este flagelo.
Ante esto, no hay
armamento que pueda contrarrestarlo, pues una sola imagen de un segundo como el
descrito, destruye toda campaña de prevención o de coacción, la cual en muchos
casos se han estado elucubrando por años. Entonces, sería oportuno despenalizar
este producto, lo que nos ahorraría los gastos enormes en armamentos que se
adquieren para combatirlo, y donde los primeros en ser beneficiados, son
precisamente los países consumidores, pues ellos son los que tienen las grandes
fábricas de armamentos que nos vende para esta guerra que parece no acabar.
También se les
quitaría el comercio a los inescrupulosos traficantes, y sobre todo, podríamos
destinar esos miles de millones de dólares que se gastan en armamentos para
apoyar al agro, y venderles los productos necesarios para que se desintoxiquen
luego de consumir este mortífero vicio.
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