Millones
de personas son sometidas en el mundo por parte de traficantes de seres
humanos. Desde tiempos remotos y en diversas épocas, son esclavizados, y
vejados en sus más íntimos orgullo, llegando incluso a acometer actos lesivos a
su propia dignidad.
La dignidad del hombre y de la mujer es
un derecho fundamental reconocido por casi todas las naciones del orbe, esta no
se pierde sea esta por razones de tipo económica, política, o religiosas. Sin
embargo cada año más de 800 mil personas son atrapadas en las redes de los
traficantes quienes los conviertes en verdaderos esclavos donde no se respeta
su condición humana obligándolos a sufrir todo tipo de abusos sea este a través
del comercio sexual o laboral.
La
preocupación de este problema de alcance mundial ha llevado a los gobiernos a
generar políticas públicas tendientes a contrarrestar las acciones del crimen
organizado que no solo se mueve en el ámbito del tráfico de las drogas o de
armas, sino en el de personas, y de migrantes ilícitos, considerado por ello
como un asunto de seguridad para estas naciones.
Los
Estados Unidos cuya fronteras son hoy permeables a este tipo de tráfico, por
ejemplo, prepara un informe anual, el de la Ley de Protección de Víctimas de
Trata del Departamento de Estados Unidos, donde se muestra el avance de los gobiernos
en materia de contención, prevención, legislación y sanción de las personas que
se dedican a esta forma de sometimiento involuntario de las personas.
El
informe al referirse a nuestra región muestra la poca importancia que este
problema le están dando los gobiernos latinoamericanos. Por ejemplo en el
informe del año 2011 se menciona a 18 países de la región, de estos 12 están en
el nivel 2, los cuales no cumplen plenamente los estándares mínimo, pero hacen
esfuerzos para superarlos, entre ellos están Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Perú.
Dentro
del nivel LV2, están tres países quienes no cumplen los estándares mínimos,
tienen número elevados de trata y no tienen pruebas suficientes de avance.
Estos son Costa Rica, Ecuador y Panamá. Hay otros como Cuba y Venezuela
ubicados en el nivel 3 donde no se cumplen el mínimo requerido, y no hacen
esfuerzos para revertir la situación. Colombia es considerada como el único que
cumple estas normas mínimas del TVPA, por lo que se encuentra en el nivel uno.
La
trata de personas es un negocio que mueve miles de millones de dólares anuales,
es considerado el tercer ingreso, luego del tráfico de armas y el narcotráfico
que van a parar a las arcas de los delincuentes. En nuestra región la cifra
anual de personas que caen en manos de estas mafias se calcula en una 250 mil,
la mitad es destinada a la explotación sexual, donde el 50% son jóvenes, niños
o niñas generando la respetable suma de más de 16 mil millones de dólares
anuales.
La dignidad de las personas
La Declaración de los Derechos
Humanos en el preámbulo de la misma reconoce la dignidad humana como algo
exclusivo del ser humano afirmando: “Considerando
que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana”
Es
la conducta inherente al hombre o la mujer que adopte sea individual o
colectiva y que se nace con ella, o sea que “Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros”, reza el artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos.
En
el artículo 4 nos indica de que nadie debe estar sometido a esclavitud, ni
servidumbre, prohibiendo la esclavitud y la trata de esclavos, además en su capítulo
cinco, asume la importancia de que nadie debe ser sometido a torturas, ni a
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, más sin embargo, esto no
parece ser la óptica de los que se benefician del comercio del dolor y la
dignidad humana.
El
catolicismo, una de las religiones más importantes del mundo, nos enseña que el
séptimo mandamiento prohíbe acciones o iniciativas, independientemente de la
razón, egoísta o ideológica, comercial o totalitaria, llevar a la esclavitud a
seres humanos.
Al
respecto el Papa Juan Pablo II se refirió a este problema diciendo que el
tráfico de seres humanos constituye un ultraje vergonzoso contra la dignidad
humana y una grave violación a los derechos fundamentales del hombre.
Entonces
que es la dignidad humana. Esta es entendida como el carácter irrepetible,
incomunicable y subsistente del ser personal, con nombre propio, dueño de su
propia intimidad que él o ella solo conoce, capaz de crear, soñar y vivir su
vida, en libertad, con capacidad de expresar sus desvelos, risas, sueños,
amores, y con capacidad de crear. De ahí el valor intrínseco de la palabra, la
cual no depende de factores externos, es propio del ser en su individualidad.
Paul
Tiedemann, alemán, plantea en “Dignidad Humana como Término Jurídico. Una aclaración
filosófica”, que el concepto de dignidad es un asunto filosófico, y que su uso
en áreas como el jurídico, político, o ético, se muestra muy impreciso, y por
ello “la dignidad humana debe
considerarse como un valor máximo absoluto. El ámbito de aplicación de este
valor puede ser pequeño, su peso es en cambio, muy grande”.
La
filosofía como ciencia se ha ocupado del concepto por ser muy controvertido el
cual refieren al ámbito de la ética. Y en ese mundo encontramos a Kant, quien
hizo una distinción muy clara entre “valor” y “dignidad”. Para Kant, la
dignidad adquiere ese valor intrínseco en la persona que entra en el campo de
lo moral, sin equivalente. No puede ser confundida con ninguna otra cosa o
mercancía, dado que no se trata de nada útil ni intercambiable o provechoso.
Por ello afirma que lo que puede ser reemplazado y sustituido no posee
dignidad, sino precio.
En
este caso cuando a una persona se le pone precio, se le trata como mercancía,
según Kant, quien considera además que una persona es el sujeto cuyas acciones
son imputables, o sea tiene responsabilidad moral frente a sus acciones.
Mientras que una “cosa es algo que no es susceptible de imputación”.
El
ser humano como ser está dotado de razón y de voluntad, es libre, sus acciones
se mueven dentro de lo que se proponga realizar, proponerse fines, puede
hacerse preguntas morales, comprender entre lo que es justo o injusto, saber
qué es moral o inmoral, y de actuar según estos preceptos, con responsabilidad.
La
autonomía moral es una característica que le da Kant inherente al ser humano, y
es el fundamento de la dignidad humana, atribuible solo a los seres racionales,
distinguiendo de esa forma de los demás animales. La moral es un código de
conducta con el cual nacemos, es propio de nosotros los humanos y por ello no
podemos negar su existencia. O sea que en la medida de que lo niegue o lesione
la dignidad del otro, afecto la dignidad propia, mi moral como ser humano.
Ahora
bien, algunos podrán decir que existen seres humanos que no puede sostenerse en
sí mismo, son discapacitados, por una u otra razón, esto no es así pues todo
ser humano por el solo hecho de ser serán siempre eso, personas, y como tal
deben respetarse sus derechos y su dignidad.
Consideraciones en el ámbito del derecho internacional
Derivada
del adjetivo latino, dignus, la palabra dignidad se traduce como “valioso”, es
algo que adquiere valor al ser humano como ser racional dotado de libertad y
poder creador.
Esta
reconoce el respeto a la persona independientemente de las diferencias. El
termino como fundamento del derecho internacional se remonta a la conclusión de
la II Guerra Mundial, cuando se pacta la Declaración de los Derechos Humanos en
1948.
Luego
varios pactos, entre ellos dos de alcance mundial es retomado a partir de 1966,
y por la mayoría de los instrumentos condenatorios de una serie de prácticas
que atacan la dignidad humana como lo son la tortura, las penas degradantes,
las condiciones infrahumanas en el trabajo, las discriminaciones de cualquier
tipo, extendiéndose hoy día hacia la bioética, la cual tiene que ver con el embrión
o el genoma humano.
Así
mismo vemos que el concepto ha sido incorporado en un muchas Constituciones de
los países firmantes del pacto de 1948. Este es el caso de la Constitución de
Alemania, la cual reconoce en su artículo primero, que la “dignidad humana es
intangible. Los poderes públicos tienen el deber de respetarla y protegerla”,
esto luego de la debacle a que fue sometido el mundo por el régimen nazi.
Entonces
podemos inferir que toda persona que se dedique al tráfico de personas no solo
está violentando la dignidad de los que se ven sometido a sus acciones sino
incluso la propia, al dejar a un lado todo comportamiento moral rechazada por
todos los gobiernos en el mundo.
El
daño que esto provoca en la persona y la sociedad en general es incalculable.
De salida destruye lazos familiares y sociales, uno de los pilares esenciales
de la misma sociedad.
Una
de las razones por la que este flagelo aún supervive en nuestro días es la poca
importancia que el caso de dan la opinión pública la cual se muestra insensible
ante la miseria humana, siendo en muchos casos cómplices o participantes de
esta situación.
Esto
sucede cuando existe una cultura economicista y materialista, olvidándose del
carácter moral que reduce la dignidad de las personas a una mera mercancía. En esto la mujer es una de
las victimas más palpables dado el hecho de que ella es vendida prácticamente a
sus proxenetas, degradándola a una situación de extrema pobreza.
La
mujer es considerada como un objeto de
explotación, un instrumento de interés egoísta o de placer. Es alarmante la
situación, solo en el sudeste asiático, unas 250 mil mujeres y niñas son
obligadas a prostituirse cada año, es un mundo de mucha violencia, y con
grandes posibilidades de contraer enfermedades como el SIDA.
Hay
que hacer algo y tomar posición frente al problema lo que nos debe llevar a
exigir políticas públicas para detener este crimen que amenaza con aumentar
agravada por la crisis económica, concluyendo en programas preventivos,
protección y persecución de este flagelo, repito, que amenaza la estabilidad de
las naciones y del ser humano como tal.
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