martes, 9 de septiembre de 2014

La otra cara de Sex Tape

Película:

Cartel publicitario de la película
          La película Sex Tape: Nuestro Video Prohibido cuenta la historia de Jay (Jason Segel) y Annie (Cameron Díaz) una pareja que cuando se conocieron tenían una conexión romántica muy fuerte, pero diez años y dos hijos después la pasión que alguna vez sintieron se fue apagando y buscan desesperadamente una manera de volver a encenderla, y para hacerlo, tienen la idea de grabar un video porno.

            Pero como expresa gran parte de la sinopsis de esta película la pareja quiere reiniciar la intimidad, se dan cuenta de que ya la emoción o la motivaciones que los inspiraron en un inicio no retoman, por el contrario sus lívido no se sienten lo suficientemente inspirado para hacer el coito. La solución: recurrir a filmarse para generar atención propia, utilizando un libro sobre sexo y poniendo en práctica las recetas ahí plasmada para ello. Pero luego descubren que el video se ha sincronizado con una serie de dispositivos que dieron como regalo de navidad, convirtiendo su privacidad en algo público, y temiendo estar a punto de ser vistos por sus amigos, familia y compañeros de trabajo, comienzan una aventura hilarante para borrar el video.
            Bueno, el punto esencial de este escrito no es la película en sí sobre el mensaje que trata de mostrarnos en primer plano, ni mucho menos sobre Cameron Díaz quien luce radiante en la misma, sino tratar de entender el interés de Hollywood de querer exponer en sus películas escenas donde el norteamericano promedio ve con naturalidad el consumo de drogas, en este caso la cocaína.
            Sí. Dentro de la situación creada se presenta la una escena corta donde un personaje con un poder adquisitivo alto tiene como pasatiempo consumir cocaína a la cual es invitada Annie, ella acepta para hacer tiempo mientras su marido busca el vídeo. ¿Podría darse otra escena, en vez del consumo de cocaína? Claro que sí, hay todo un mundo de posibilidades. Pero estas escenas son recurrentes en todo tipo de producción fílmica hollywoodense que ponen a los actores en estas circunstancias como una costumbre normal de cada hogar con poder económico en ese país.
            Quizás usted dirá, ¡ha pero si es solo una película! Además es divertida. Pero si sumamos a ello, cada instante o momento donde se reproduce este acto, en las innumerables películas y series, el lavado de cerebro es impresionante. Uno más uno, es dos. Se pondrán a pensar los productores, o guionistas de los esfuerzos que realizan los países por evitar el trasiego de drogas hacia los Estados Unidos, donde se gastan millones de millones de dólares en infraestructuras, armamento, recursos humanos, etc., que no se tienen pero se invierten con el fin de  detener este comercio letal. 
             Mientras en las calles latinoamericanas se matan jóvenes por el control de los mercados, aumentan las pandillas que se vuelven un problema insoportable y no hay formula para acabarlas, pues los recursos para programas preventivos y de re-socialización, no existen. Solamente en estos últimos meses en Panamá se han incautado varias toneladas de drogas, y sin embargo los estadounidenses no bajan las cifras de ser el país con el mayor volumen de consumo de éstas y otras sustancias conocidas como drogas.

             

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